martes, abril 22, 2014

La religión y yo

Hace ya tiempo cometí una torpeza a la hora de hacer un comentario en un artículo de Tierra de Barrenaus sobre religión. Fue un comentario torpe porque fue breve y ciertamente parecía destinado a tocar las narices en lugar de intentar aportar algo. La contestación que obtuve digamos que estuvo a la altura de lo que escribí.

De todas formas me sirvió para reflexionar y pensar sobre mis propias creencias y las ajenas. Partamos de la base de que soy deísta. Creo que existe algo más allá de la muerte, sé que no tiene ningún sustento científico pero eso no me impide que sienta y viva algo especial. Sé que lo que siento no deja de ser una respuesta programada por una genética y una cultura determinadas, pero es algo que hace que la vida (inane de por sí, originada por la pura casualidad) tenga un sentido y una belleza especiales. Creo que nuestras consciencias, puras reacciones químico-eléctricas, tienen una continuidad, pienso que esa energía eléctrica (registrada en los electroencefalogramas) se transforma en algo diferente cuando morimos. No creo en la imagen del alma con alitas y aura, considero que pase lo que pase con nuestra consciencia muy difícilmente se podría describir con palabras. Tengo la creencia que todas esas almas se juntan en algo comunitario. Eso es lo que yo denominaría Dios. Un Dios que no interfiere con los humanos, que de ninguna de las maneras creó el mundo o el universo, antes al contrario es un Dios “a imagen y semejanza” del ser humano, pero precisamente porque ha sido creado por la consciencia existencial de los miles de millones de humanos que nos han precedido. Nuestras consciencias pasarán a estar en conexión con el universo, comprendiéndolo y formando parte de su inmensidad. Iluminación.

Sé que todo esto es indemostrable. Pero sé que este tipo de pensamiento mágico es una de las cosas que nos hace humanos. No todos los seres humanos han de experimentar mi placidez cuando me siento en conexión con la naturaleza o en paz con el universo. No existe una sola manera de ser persona, pero el pensamiento mágico-religioso es una faceta más y no podemos negar que nos ha conformado como especie y al menos de momento, no pienso renunciar a ella.

¿Existe Dios? Me importa tres carajos, hablamos de lo que siento y me ayuda a ser feliz y me ayuda a estar en paz ¿por qué habría que renunciar al mismo? Las ideas las he expuesto para mostrarme, todo lo ridículo que algunos quieran ver, pero feliz y lo que es más importante, sin molestar a nadie y sin querer convencer al contrario de mis ideas particulares. Y por supuesto sin negar ni cuestionar los avances y descubrimientos científicos, de hecho soy un apasionado de la ciencia y leo cuanto puedo.

¿Existe el amor? Es decir, existe en algún lugar del universo algo que podamos decir: esto es el amor, lo podemos medir, lo podemos estudiar en una situación neutra, podemos repetir los resultados, podemos ver su “poder”… No, el amor no existe, y sin embargo muchas somos capaces de sentir algo que llamamos amor, algo que nos mueve, por el que hacemos cosas ilógicas (podríamos traer los problemas que tenía la mente vulcaniana de Spock para entender el amor).

El amor existe como una serie de respuestas genéticas, sociales e históricas que comúnmente aceptamos y que, todo sea dicho de paso, bien llevado nos ayuda a llegar a la paz y la felicidad, al menos en mi caso. El amor por una pareja, por unos padres, por una mascota, al amor platónico hacia algún amigo, la pura amistad…

Y sin embargo se podría luchar fervientemente contra la idea del amor. En nombre del amor se han hecho y se hacen auténticas barbaridades. Hoy en día en el Estado español mueren muchas mujeres por un malentendido amor. Me arriesgaría a apostar a que hay más víctimas (habría que añadir suicidios por desengaños o enfermizas relaciones de amor-odio en las familias que terminan trágicamente, o simplemente de qué se llenan las consultas de psicólogos de personas traumatizadas por distintos amores) por el amor que por los ultracatólicos o los ultramusulmanes…

Y no veo la beligerancia que sí que existe contra la religión. Ojo, que no me parece mal la beligerancia contra los imbéciles cristianos, deístas, musulmanes o new age que pueblan el mundo. Pero no me deja de parecer en muchas ocasiones un exceso comparado con otras invenciones y convencionalismos genético-social-históricos como pueda ser el “amor”.

Quizá sea porque la fe, como el amor, solo la entiende quien la ha sentido. Y la mayoría somos capaces de sentir amor (en sus infinitas variantes) pero quizá no haya tanta gente que sienta la fe. Si hubiera un 30% de la población que nunca hubiera sentido lo que llamamos amor, la beligerancia contra el mismo sería mucho más alta. La conclusión es que la patología del amor está mucho más extendida que la fe y que los publicistas del amor son mucho más eficientes que los apologetas de la fe.

En el mundo hay muchos creyentes y muchos ateos y la mayoría de ambos grupos van a su bola. Unos creen que los otros son unos chalados adoradores de sombras y los otros consideran que es una pena que los ateos lleven una vida tan “vacía”.

Y luego están los integristas (en este caso prácticamente todas en el bando de la religión) y los predicadores, que en este caso se reparten a partes iguales y que en mi opinión se retroalimentan y que solo convencen a los que ya están convencidos o a los que se quieren dejar convencer.

Los argumentos científicos dicen que lo más probable es que no exista Dios y que la peña deje de preocuparse por el más allá y se preocupen por el más acá. Los “argumentos” de las religiones establecidas suelen ser en muchas ocasiones de risa… En otras ocasiones los argumentos tienen algo más de peso y enjundia.

Yo aquí recurriría de nuevo a Los Simpsons y establecería una ley de alejamiento entre ciencia y religión, que cada cual se preocupe de lo suyo y que se dejen de dar la brasa. A los predicadores religiosos les diría que se dedicaran a solventar problemas más serios que el intentar convencer a quien no le interesa si existe algo más allá y a los predicadores del ateísmo les diría que aunque tengan razón en sus planteamientos iniciales que no se vayan a creer ahora los nuevos mesías, porque excesivo proselitismo en sus ideas se podría confundir con la fe de los predicadores del otro lado y es que a veces los extremos de la herradura terminan estando más cerca el uno del otro de lo que se piensan.

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